jueves, 6 de septiembre de 2012

Evegny Kissin




Debo confesar que tengo una debilidad por los pianistas clásicos y recientemente estuve viendo unos videos de Evegny Kissin en vivo. Siempre me despierta curiosidad imaginar la vida de un pianista, como funcionan sus mentes, que imagino como estos laberintos intricados y complejos. Todos estos tipos tan silenciosos, los puedo ver en cuartos oscuros medio derruidos, con pisos viejos de madera, obviamente con el piano y una ventana que no necesariamente da hacia una vista agradable.

En fin, quiero rescatar dos piezas en particular que ejecuta Kissin, uno de mis favoritos. La primera es La Campanella de Liszt. Miren a Kissin, en su mejor momento, en una filmación del '97. Él, aún adolescente, es un terrible rockero. Tiene un peinado que remite directamente a Robert Smith y toca con una ferocidad que te deja pasmado. Es increíble ver la intensidad de sus expresiones y movimientos, las gotas de sudor que le caen de la frente, y ni hablar de la maestría con la que ejecuta La Campanella… esta versión es insuperable, no he encontrado otra mejor.

La segunda es Rondo e Capriccio, de Beethoven. Una pieza realmente increíble, totalmente imperfecta, te hace pensar que el gran Ludwing se estaba tomando todo para la joda, como diciendo “Miren lo que hago, porque se me canta!”. Parece como si la consecución de las notas no tuviera ningún sentido en lo absoluto. No obstante es sin dudas una de las mejores cosas que escuché en mi vida.

La Campanella


Rondo e Capriccio